En medio de una expedición en la Antártica, el cirujano ruso debió realizarse una apendicectomía.
En medio de la Guerra Fría, los soviéticos dieron inicio a expediciones en la Antártica que, además de explorar el territorio y aprovechar para sentar bases estatales de investigación, buscaban el reino perdido de Shambala, un mítico poder tibetano.
En 1961, la sexta expedición dio inicio con el fin de establecer un centro de operaciones en el Oasis Schirmacher: la base Novolazarevskaya equipada por 12 miembros. Leonid Rógozov, de 27 años, era el único médico en la expedición. Una vez establecidos, el equipo quedó atrapado en un invierno hostil.
Luego de 36 días de viaje, la expedición arribó a la Antártida por barco. La tripulación fue clara al establecer que no regresarían hasta el año siguiente debido al invierno. Volar tampoco era una opción, pues la nieve y las ventiscas lo hacían imposible. Tras dos meses, la salud de Rógozov empezó a caer súbitamente y su equipo se vería enfrentado a una encrucijada de vida o muerte sin posibilidades de buscar ayuda del exterior.
Es así como Leonid Rógozov, luego de considerar sus síntomas y las opciones que tenía, determinó que la causa de su dolor era apendicitis aguda. Rógozov temía que su apéndice explotara, por eso con mínimas herramientas quirúrgicas y un equipo no familiarizado con el área de la medicina, tomó la decisión de extirparse a sí mismo el órgano.
"Era una condición médica que había tenido que operar muchas veces, y en el mundo civilizado es una operación de rutina. Por desgracia, en ese momento él no se encontraba en el mundo civilizado. En cambio, estaba en medio de un desierto polar", explicó Vladislav Rogozóv, hijo del médico, en charla con el medio británico ‘BBC’.
La cirugía a sí mismo
En medio del dolor, Rogozóv no podía simplemente cruzarse de brazos y morir en medio de la nada. Fue así que elaboró un plan detallado para realizar una auto-apendicectomía donde explicaba paso a paso cómo se realizaría a sí mismo la operación junto con tareas y funciones específicas que llevarían a cabo sus compañeros de la expedición.
"Era tan sistemático que incluso les dio instrucciones de qué hacer si él perdía la conciencia, cómo inyectarle adrenalina y practicarle respiración artificial", dijo Vladislav en la entrevista realizada por la cadena ‘BBC’. Los ayudantes principales debían proporcionarle los instrumentos quirúrgicos, posicionar correctamente la lámpara y sostener el espejo con el que Rógozov podía ver con claridad sus órganos y completar de manera correcta la cirugía.
La operación duró 1 hora y 45 minutos. Rogozov tuvo que tomarse descansos para reponer fuerzas, pero aguantó estoicamente, más incluso que sus improvisados ayudantes. El director de la estación, Vladislav Gerbovich, escribió: "Cuando Rogozov hizo la incisión y manipulaba sus propias entrañas, su intestino borboteó, lo que fue muy desagradable para nosotros; nos hizo querer huir, no mirar, pero me mantuve tranquilo y me quedé.
Artemev y Teplinsky (los ayudantes) también permanecieron, aunque luego supimos que habían estado a punto de desmayarse... Rogozov estaba calmado y centrado en su trabajo" casi perdió el conocimiento, ya que la pérdida de sangre y las casi dos horas de operación sofocaron su cerebro.. Dos semanas después, el cirujano regresaba a sus tareas en la estación completamente recuperado.
Usado como propaganda soviética
Aunque estuvieran en medio de la nada, la guerra entre el capitalismo y el comunismo seguía presente. Una vez se hizo su autodiagnóstico, Rógozov tuvo que pedir permiso a Moscú para realizarse la cirugía a sí mismo.
El fallo de la operación, que implicaba la muerte de Rógozov, podría considerarse como publicidad negativa para el programa antártico soviético. Luego de la intervención del director de la base Novolazarevskaya, pudo conseguir la bendición del partido para iniciar la intervención quirúrgica.
Tras sobrevivir a su propia operación y a la expedición, Leonid Rógozov se convirtió en un héroe nacional. La historia de su supervivencia y su increíble hazaña de operarse a sí mismo en condiciones extremas se convirtieron en una leyenda poderosa para la propaganda soviética.
Luego de su retorno a Rusia, Leonid Rógozov fue galardonado con la Orden de la Bandera Roja del Trabajo, la cual honraba las grandes hazañas que realizaban los hombres para enaltecer el Estado Soviético.
No hay comentarios:
Publicar un comentario